lunes, 28 de julio de 2008

Seis y veinticinco de la tarde


Estudio qué pasaba en Octubre del 34, con 28 grados y pocas ganas. Dos chanclas rosas y dos coletas en el pelo haciendo juego con mi vestido de rayas para mantener las piernas fresquitas.
Palabras de Jorge Drexler intentan abrir mi mente y que me concentre en mi cuarto, que está desordenado como siempre a pesar de mis intentos por evitarlo y la insistencia de mi madre.
Escribo en una mesa llena de papeles. Libros, bolis, lápices, pinceles y pinturas que hace años que no uso. CDs viejos, un diccionario de la RAE, fotografías, postales, flores de tela que aparecen en mi bolso algún domingo como por arte de magia...
Y también hay un corcho con más cosas; son los recortes de mi vida.


Creo que me rodean tantas cosas que no es posible centrarse. Se necesita fuerza, motivación. Y, al final, veo un post-it y me entretengo llenándolo con palabras.

viernes, 18 de julio de 2008

ESCAPAR



Se supone que uno decide su vida. Entonces, ¿Por qué no me gusta estar aquí? Nadie me obliga y yo lo decidí. Pero es que últimamente mi mente está en otra parte. Mi cabeza quedó allí y sigo esperando a que llegue en el correo del día.

Mientras, me lamento de vivir en un pueblo en el que no hay mucho que hacer, en el que los días pasan uno tras otro sin aportarte nada nuevo, nada especial. Entre medias me dedico a recordar cómo han sido estos 9 meses. En repetirme que estoy viva y tengo otra vida que no es nueva, es la de antes.

Sé que sólo fue un paréntesis, una ilusión que ahora me parece hasta lejana, pero yo ya no quiero vivir como antes. Esa Marta no existe, ahora no soy igual. Aunque todo parece estar en su sitio ya nada es lo mismo.

¿Y qué hago? ¿Me marcho y no vuelvo? Creo que me lamentaré un poco más...

lunes, 7 de julio de 2008

La familia de los Casares

No sé si será porque echo de menos a mi familia leccessa, ahora que me he quedado un poco huérfana de amigos. Pero, desde que volví, se suceden los días de estar en familia. Otras veces me hubiese molestado, porque yo siempre he sido bastante idependiente y poco familiar. Pero ahora me siento a gusto.
Y, por eso, me pongo mi vestido nuevo con las sandalias de taconazo que estrenaré el sábado y me da un subidón. Me hace mucha ilusión ver a mi tío Pedrito, el pequeño, casado. Sé que para él es sólo un día de fiesta y que está deseando que pase; lo veo agobiado, casi tanto como su novia Gema. Pero también los veo felices y eso me llena de alegría
Porque, además, desde que he vuelto estoy más sensible. Veo a mi primo Rubén y se me cae la baba. Lo cojo con miedo, y eso que sé que con la escayola que le han puesto al pobre es difícil que note algo. En un mes celebraremos su año, aunque yo sólo lo conozco de dos días. Lo vi por foto cuando estaba en la encubadora, rodeado de cables y muy delgadito, pero hasta diciembre no nos presentaron. Le gusta chupar sandía y tirarme del pelo. No le gusta su fisioterapeuta y por eso le pega cuando puede.
Y le gusta estar con mi abuelo y dormir juntos la siesta en el sofá. Se llevan bien. Bueno, mi abuelo Pedro se lleva bien con todo el mundo. Siempre que puede presume de nietos y por eso yo siempre presumo de abuelo.
El día de las carrozas del año pasado nació Rubén después de 3 meses de espera de mi tía en el hospital. Mi abuelo llegó a casa contando lo pequeño que era el niño. Estaba emocionado. Cuando nació el último nieto, Leandro, yo tenía tres años y sólo me acuerdo que miraba a mi tía y aprendía a cambiar los pañales de los bebés con mi Nenuca. Ahora, aunque tarde, espero ver más a mi nuevo primo.
Es que, ahora que soy una persona sensible que va soltando lagrimillas por los rincones, me viene el sentimiento maternal. Ahora soy una persona familiar. Lo que son las cosas...