Si uno no se pone a hacer de periodista no sabe lo que engancha. Y lo que quema. Recibes
insultos y algún que otro menosprecio. Te hacen perder el tiempo, te pagan mal y da gracias. Pero, cuando acaban las ruedas de prensa aburridas de temas que nada te interesan, cuando le das al stop de la grabadora y te olvidas de las medias verdades de algunos para escribir sobre lo que de verdad interesa... ¡Qué diferencia!
Engancha más que la coca, los porros o la nicotina. Si pillas un buen tema no duermes y, si lo haces, sueñas con entrevistas imaginarias y noticias que no han sucedido. A veces tienes la suerte de hacer feliz a alguien publicando su historia, haciendo que no caiga en el olvido, que el mundo (o una pequeña parte del orbe) sepa de su existencia. Otras, tienes que "apechugar" con lo que ocurre y aguantar las lágrimas mientras entrevistas a quien lo ha perdido todo.
He de reconocer que últimamente me estaba replanteando lo de dedicarme al periodismo. La crisis mediática-económica-laboral y la visión de que en mayo puedo haberme licenciado me estaban machacando la cabeza. Pero hoy mi hermano me dijo, entre misterio, que leyera un
artículo de Ignacio Carrión que hablaba del periodismo. O de sus problemas. Y... sorpresa sorpresa... me ha cambiado mis expectativas acerca de mi futuro laboral. Me ha animado el día y me ha echo reflexionar. Me ha dado el empujoncito que necesitaba esta semana.
Leedlo si tenéis un hueco y mi ego os lo agradecerá.
No dudo en que mañana vuelva a pensar si es buena idea, pero he de decir que, por hoy, quiero ser periodista.