domingo, 24 de febrero de 2013

Dear Garbancito

Naciste. Así de repente. En 20 minutos ya me habías hecho tía. Te vimos y me entraba algo así en la garganta. Te cogí y ya no te soltaría. Me quedaría mirando eternamente tu nariz. Acariciando tu pelo, atenta a tus puños cerrados y relajada. Muy calmada. Muy contenta.

Pero que nadie se equivoque, porque yo... 
No veré tu primer diente ni te cantaré canciones de cuna, no. 
No te cuidaré mientras tus padres se van de parranda ni te echaré la bronca, no.
No te contaré cuentos en la bañera ni en la cama, no.
No te diré si el coco existe o es mentira, no.
No te sacaré de paseo por la plaza ni te cuidaré mientras tus padres se van de fiesta, no.
No mediré cuánto creces en la pared, no.
No te diré que eres el niño más guapo del mundo aunque lo seas, no. 
No te veré cada día más que por foto, no.

Pero eres mi garbancito, mi sobrino. 
Nunca hubiera imaginado que ser tía fuera tan duro. Tan precioso, cursi y emotivo. Todo a la vez. 
Me tienes encandilada, pero me tienes.

Pensar en todo lo que me perderé de tu vida es lo peor que me había pasado en toda mi vida.