domingo, 30 de noviembre de 2014

No se puede vivir sin objetivos

Cuando parte de tu trabajo es escribir un blog, escribir el tuyo propio queda en mi lista de cosas por hacer (que nunca hago). Es como si se te olvidara que está ahí. Y, ahora que trabajo en Marketing Digital, soy más consciente que si escribes un post hablando de una persona es bastante probable que el susodicho se acabe enterando. 

Se me olvida, supongo porque mi vida no está llena de tristezas y desamores como antaño. Siempre he dicho que la felicidad cambia creatividad por cursilería. Por si acaso, no voy a mirar entradas pasadas. No quiero escandalizarme de mis propias palabras. De mi propia estupidez. 

Sólo escribo para decir que estoy bien. Tengo un trabajo que me gusta, un coche, un pisito de alquiler, un novio, un jarrón con flores frescas... no me hace falta mucho más. Bueno, sí. No estaría de más poder achuchar a mi sobrino de vez en cuando y tomarme un vino de Toro con mi gente. 

Ahora que vivo, voto y cotizo en Inglaterra y no tengo fecha alguna ni intención de volver a casa, sin embargo, veo las cosas de otra forma. 

Así, me doy cuenta de que durante mis dos años en Cambridge olvidé marcarme una ruta. No se puede vivir sin ningún tipo de objetivos. Al menos yo no puedo. Una de las cosas que he aprendido en el Máster ha sido que los objetivos tienen que ser SMART e "irse a Inglaterra a aprender inglés" no lo es. Mucho menos si el que se va lo hace por un mes: Así no funciona. Quizás es el mayor problema de mi generación: No saber qué hacer cuando las cosas no salen como habíamos pensado. No distinguir entre objetivos a corto y a largo plazo. Sentirnos perdidos, sin rumbo.  

No sé qué me llevó a prepararme el IELS, la admisión en el máster y mudarme a Manchester, pero cada día doy gracias por ello. Porque cuando en España los profesores de universidad buscaban cualquier excusa para bajar tus notas y te enseñaban a estudiar lo justito para el examen, aquí los profesores te orientaban y he sido yo la que he luchado por abrirme camino: Leer, leer y leer. Sentarse en la mesa de trabajo e ir a por todas. A por la distinción. 

Porque cuando en España cuando hice horas de más nadie me dio las gracias ni me pagaron las horas extra y, mi jefa, me las da a diario. Porque se preocupa si llego tarde por si me ha pasado algo, en vez de decirme "llegas tarde". Por eso, cuando hay que quedarse más tarde, soy yo la que me quedo, sin que nadie me diga nada y porque me importa lo que estoy haciendo. 

Cuando tienes objetivos claros alcanzas tus metas. Y no sólo es motivo de brindis y una cena. También es lo que te da fuerzas para levantarte. Para llegar al viernes y, también, para pensar que, cuando llevas tres meses sin ver a tu sobrino, en realidad 22 días no son nada.