En casa. Después de un tiempo, ya. El viejo cuchambroso parece menos viejo y la casa parece más grande. Los días más largos y la estancia más corta. Pero todo está igual. Para bien o para mal.
Atrás queda España: Toro y Zamora. También Milán y su Duomo (prácticamente lo único que hay para ver) y la preciosa Florencia. La del norte, la verdadera, es preciosa. Me enamoró, igual que lo hizo la del sur cuando llegué en septiembre.
Y ahora, del brazo de Leticia, paseo por las calles lechesas alumbradas con luces amarillas. Las de siempre, pero esta vez con ella.
Y me gusta