lunes, 17 de diciembre de 2007

Las luces de navidad matan más que el tabaco

Primero fueron meses, luego semanas y ahora son días. Gasto el tiempo contando y me pregunto si llegaré a contar las horas. Esperando, haciendo tiempo. Ya quedan pocos, porque la gente se va marchando y yo soy de las últimas. El sábado hubo despedida a los que se iban a Roma en tren. Mañana hay otra despedida. Violeta me acompañará un rato, pero luego cada una hará su camino.

El jueves llega mi turno y quiero estar preparada cuanto antes. Mañana mismo ultimo las compras navideñas (a todos nos afecta el consumismo) y ya el martes meto las cosas en la maleta. Esta vez irá medio vacía, porque mi ropa se queda en el armario metida, esperando mi llegada con más ropa de abrigo.

Por si alguien no lo sabe, se suponía que aquí hacía buen tiempo y ahora resulta que hace mucho frío. El otro día nevó, algo que no ocurría aquí desde hace media década. El caso es que aunque haya suerte y ese día no toque lluvia, la humedad siempre se te cala en los huesos.

Y resulta que ahora quiero dormir no puedo. Así que mañana, cuando quiera despertar, él volverá a ser el dueño de mis sueños. Quiero volver a casa con mi gente y comer turrón de chocolate. Y dejar de pensar en comer porque eso es lo único que hago en todo el día: comer a deshoras y dormir hasta el mediodía. Pasar media noche en vela, acordarme de su sonrisa y convencerme de que no la necesito cada mañana a su lado.

Quiero cerrar los ojos y que cuando los abra esté en mi cuarto de Toro. Sólo son 4 noches las que tengo que dormir en esta cama pequeña, con esta almohada incómoda, en esta habitación heladora y deseando estar en otro sitio.

¿Serán las luces de la Navidad las que me han vuelto tonta?

1 comentario:

Ana Pedrero dijo...

A mí también me mata el cutrerío de nuestras luces navideñas. Te espero por aquí, o en la preciosa Toro, y te lo cuento al amor de un tinto por su sitio, que es la sangre de nuestra tierra.

Un beso, y buen viaje.