miércoles, 29 de junio de 2011

Un verano de 40 días

Cuando pienso en verano no recuerdo largos días en la playa y tumbonas de piscina. No me acuerdo de litros de sangría, de caminar entre guiris ni de pasear por paseos marítimos. Soy de tierra adentro, sí, pero tampoco puedo decir que, para mí, el verano implique estar ociosa.


Desde que empecé la carrera todos los veranos he trabajado. Todos. Ya fuera en Toro o en Madrid, la época estival se repartía entre el calor y el portátil, entre la terraza de mi casa y las escaleras del Ayuntamiento, entre mis amigas y los concejales del Ayuntamiento. Salir más tarde y retirarme pronto eran algo usual, teniendo en cuenta que estaba hasta arriba de trabajo. Y luego también estaban los exámenes de septiembre, de los que no me libré ni un año.

Este año mi verano durará poco más de un mes. Vino el martes y se va en una semana, justo cuando yo me voy a Perú, donde es invierno. Salvo esta semana, mi verano comienza oficialmente el 25 de agosto. El resto... el resto es un invierno en Jaén de Bracamoros, del que os tendré bien informada. 

miércoles, 22 de junio de 2011

Contar lunares



La sonrisa es contagiosa, como un virus pero en bueno. Y por eso, cuando dos sonrisas se cruzan nada puede evitar la epidemia. Cuando dos personas congenian pueden acabar contando lunares a las cuatro de la mañana. 

Recuérdenme que sonría más a menudo. 

miércoles, 8 de junio de 2011

En vista de tu ausencia

Aquella tarde, aquella lluvia. Aquella calle interminable, cuesta arriba, como la vida misma. Ese cielo gris oscuro, azul claro, azul oscuro, negro y blanco. Esa lluvia que bañaba todo. Estas gotas resbalando por mi cuello, toda esa agua. Este pelo mojado, estos rizos que se alisan. Esta ropa que se me pega, que se hace una extensión de mi espalda. Ese día la lluvia me recordó tu ausencia.