domingo, 30 de diciembre de 2007

Un año en palabras

El 2007 que ahora acaba será recordado para mí como el año en el que salí a flote y descubrí que había más mundo fuera de mi vida. En estos 12 meses han pasado muchas cosas por mi cabeza, algunas de las cuales llevo reflejando desde mayo aquí y me han dado para llenar 45 entradas (unas más absurdas y surrealistas que otras, por supuesto).

Las penas con que comencé el año ya las arrastraba del año anterior. Empecé con un clavel rojo en el pelo, un vestido negro ajustado y una esperanza de un futuro que vislumbraba mejor al presente. Lo iniciaba triste, aunque enamorada, y aún tenía esperanza en recuperar lo roto. Estaba sumida en una especie de espiral autodestructiva, un agujero negro, que me hacía tragarme las penas y vivir una continua rayada mental.

Después de muchas canciones de Jorge Drexler, algunas en directo, caí en la cuenta de que no había encontrado al amor de mi vida (no podía serlo) y me centré en dos cosas: trabajo y estudios. Agobiada porque sentía que no era feliz y que no tenía tiempo ni ganas para disfrutar de las cosas bonitas, pensé en dar un cambio a mi vida. Decicí que 2007 sería el año en el que me iría de Erasmus. Primero fue Polonia el destino... luego mejoró con la idea de irme a Italia... el caso era salir de aquí, olvidarme de todo, respirar tranquila, vivir... y la experiencia no la cambio por nada.

Fue en marzo cuando en mi vida entró un rayo de luz que me ha hecho recobrar la esperanza. Un rayo difuso, que me da una de cal y otra de arena, pero que me hace vivir ilusionada. Me dio un secreto, un alivio a mi pena, un poco de cariño y su amistad, que la tenía olvidada. Y me trajo problemas, pero también felicidad. Y así, cuando el fantasma del amor perdido regresaba a mi mente, yo abría la mente, pensaba horizontes, e intentaba no morirme de celos.

Y así pasaban los meses, acababa el curso, seguía trabajando y sin descansos. Y llegó un verano donde hubo buenos momentos: un viajecillo de fin de semana en el que me di cuenta de que teníamos cosas en común, que también es importante, y muchas noches mano a mano con alguna amiga medio olvidada que me alegraba los días.

Y cuando había alguna pena me decía: queda menos. Y miraba el calendario y tenía ganas de irme. Y cuando llegó el momento fueron pocas las despedidas. Allí no había tiempo para extrañar a nadie, pero cuando lo hubo la realidad se me caía encima. Cosas que aquí no te afectan allí me rompían la cabeza. Entonces empezaron mis sueños, en los que se adentraban pensamientos no deseados. Siempre he tenido sueños raros, pero el cúlmen fue la muerte de Pamela.

Los días pasaron, las semanas también y al final ya tenía mi vida hecha. Una vida que ahora me cuesta resumir para la gente que me pregunta durante estas navidades "¿qué tal?"... un escueto "muy bien" suele ser la respuesta. Porque aunque me queje mucho y me sienta algo inútil o vaga allí vivo muy tranquila y hago lo que quiero, o lo que puedo teniendo en cuenta mis recursos. He aprendido a confiar más en la gente y a ser más independiente. Ahora sé que no tengo todo lo que quiero, pero sí lo que necesito.

Así que mi deseo para este 2008 es ¡visitas!... Ana Pàst es la primera, ya tiene vuelo comprado. A los demás, los que escriben (pocos...) y los que me leen y luego me dicen aquello de "lo leí en tu blog"... desearos un año mejor que el que cerramos. Si ha sido bueno, que lo mejoréis y si ha sido malo recordad que aún quedan muchos más años para mejorarlo.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Feliz Navidad y feliz yo

Feliz Navidad

[sin más y pa todos, sin distinción]


Pero más feliz estoy yo. Feliz desde mi vuelta tan esperada y reponiendo fuerzas para volver, para estudiar, que ya toca, para ponerme en serio con el italiano. Y mientras, aprovecho para tener sueños relajados, sin intrusos en mi mente ni en mi vida. Pasar tiempo con los que quiero: amigos y familia. Enseñar fotos, repartir regalos y souvenires varios.

Un esguince en el pie me ha venido a decir que ya basta de ritmo desenfrenado, que hay que parar un poquito de vez en cuando. Estas van a ser unas buenas navidades, lo siento y presiento.

Lo dicho... disfrutad de Nochebuena. Yo la paso con mis abuelos, todos juntos, con mi primo de siete años abriendo regalos y dando guerra. Y mañana por fin conozco a mi peque-primo Rubén. Nació a finales de agosto, pero su cuerpo aún es pequeñito y tiene que crecer.

Y como estoy sensible, pues a lo mejor me da por llorar... pero de alegría.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Las luces de navidad matan más que el tabaco

Primero fueron meses, luego semanas y ahora son días. Gasto el tiempo contando y me pregunto si llegaré a contar las horas. Esperando, haciendo tiempo. Ya quedan pocos, porque la gente se va marchando y yo soy de las últimas. El sábado hubo despedida a los que se iban a Roma en tren. Mañana hay otra despedida. Violeta me acompañará un rato, pero luego cada una hará su camino.

El jueves llega mi turno y quiero estar preparada cuanto antes. Mañana mismo ultimo las compras navideñas (a todos nos afecta el consumismo) y ya el martes meto las cosas en la maleta. Esta vez irá medio vacía, porque mi ropa se queda en el armario metida, esperando mi llegada con más ropa de abrigo.

Por si alguien no lo sabe, se suponía que aquí hacía buen tiempo y ahora resulta que hace mucho frío. El otro día nevó, algo que no ocurría aquí desde hace media década. El caso es que aunque haya suerte y ese día no toque lluvia, la humedad siempre se te cala en los huesos.

Y resulta que ahora quiero dormir no puedo. Así que mañana, cuando quiera despertar, él volverá a ser el dueño de mis sueños. Quiero volver a casa con mi gente y comer turrón de chocolate. Y dejar de pensar en comer porque eso es lo único que hago en todo el día: comer a deshoras y dormir hasta el mediodía. Pasar media noche en vela, acordarme de su sonrisa y convencerme de que no la necesito cada mañana a su lado.

Quiero cerrar los ojos y que cuando los abra esté en mi cuarto de Toro. Sólo son 4 noches las que tengo que dormir en esta cama pequeña, con esta almohada incómoda, en esta habitación heladora y deseando estar en otro sitio.

¿Serán las luces de la Navidad las que me han vuelto tonta?

martes, 11 de diciembre de 2007

Mi termostato

Suena el reloj del termostato del salón y recuerdo lo que escribí anoche cuando no me dormía y aún no te habías adueñado de mi sueño. Ladrón de sueños, te advierto, cuento con los dedos de mis manos los días que faltan aún, así que deja de invitarte a mis noches, que nuestra noche ya está cerca y estas diez que nos quedan las reservo para mí.



Sueño.
Y me despierto cada día
empapada en sudor, llena de vida.

El alba empieza a verse a través de mi ventana,
pero yo sólo quiero seguir soñándote.
Y mi mano que roza tu espalda
escondida entre las sábanas.

Dormir juntos,
aislados del mundo que nos rodea.
Cada momento es un mundo,
cada instante es especial.

Amanecer unidos en mi palacio de hielo,
cuando fuera del cuarto nieva o calienta la mañana.
Tu cuerpo y mi cuerpo
marcan la temperatura.

No hay frío,
no hay calor.
Sólo somos tú y yo,
el termostato de nuestras vidas.

martes, 4 de diciembre de 2007

Vuelta a la normalidad, si se puede llamar así

Recién llegada de Estocolmo y Londres. He pasado mucho frío, casi tanto como sueño, pero mereció la pena. Dos ciudades contrapuestas, de la Stocolma tranquila y el caos de esta Londra.
Y ahora debería volver a la normalidad en estos 15 días que me faltan antes de volver a España, pero ocurre que aquí los días nunca son normales. Cada momento es diferente en esta loca vida desorganizada, en la que los días pasan y siento que no hago nada.
Puede que esté demasiado acostumbrada a no tener tiempo para mí... puede que no sepa no hacer nada.