Fue una noche de lluvia, una entre tantas de invierno. Tú agarraste mi mano como hacía tiempo que nadie lo hacía. Corrimos calle arriba. Mi pelo se encrespó. Tu aliento sobre mi aliento. Paradas en los portales. Boca con boca. Besos robados mientras el semáforo cambiaba a verde.
No te quise, no te quiero, no te voy a querer más que por lo que fuiste. Un amigo. Un aliado. Al menos, cuando aún podía entenderte. Un quiero y no puedo, si me lo permites. No llegaste a mi corazón, porque te quedaste entre mis cejas. En el medio de la frente, en mi cabeza.
Desde hace unos días Madrid está un poco más triste y yo también, para qué negar lo obvio.