martes, 30 de diciembre de 2008

Mis últimas 8.760 horas

366 días dan para mucho. Para reír y llorar, aunque en los últimos 365 de mi vida predominan las risas sobre las lágrimas. Hay años buenos y años malos y este último parece que ha tirado más hacia lo bueno.



Comenzó con un viaje larguísimo a Lecce. Con mis primeros exámenes orales en italiano y con la visita de Ana, la única que se ofreció a visitarme antes incluso de invitarla. Siguieron las fiestas, las excursiones, las comilonas, las películas y los buenos momentos. Encontré a mis dos almas gemelas: Ana y Violeta. Somos tan diferentes entre nosotras que nos complementamos las unas a las otras.



Volví en Semana Santa. Unos días difíciles, sin duda. Perdimos a Saúl y yo me sentí más que nunca fuera de lugar. Había encontrado mi sitio y no era, precisamente, ni en Valladolid ni en Toro. Quería volver a huir. Y me llevé conmigo a mi prima Leti para discutir y reírnos juntas en Milán y Florencia. Para mojarnos los pies en la playa y comer pizza a cualquier hora.



Y lo de ir a la playa fue convirtiéndose poco a poco en una costumbre. Cuando estaba aburrida, cuando tenía sueño, cuando tenía que estudiar, cuando me entraba la morriña... y ahora echo de menos tanto la playa que tengo las fotos del Adriático pegadas en mi habitación y las uso de fondo de pantalla. Y así, sin darme cuenta, llegó junio y tuve que dejar allí a mi gente, mi casa, mi ciudad, y volverme con mi leve moreno de piel puesto, con mi sonrisa finjida y con una fábrica de lágrimas para dejar caer en cualquier momento.


Julio fue un mes de papeleos interminables, de profesores cabroncetes y preparatorios para la boda de mi tío Pedro, el pequeño. Y entre tanto lío estuve entretenida y me olvidé un poco de que mi nueva vida era un asco. De que lo único que quería era volver allí. O irme de aquí. Escapar otra vez... siempre escapar. De dejar de escapar de una vez, que eso no es vida.



Y hubo entonces quien me apoyó. Quien, sin comprender lo que sentía cuando le decía que no estaba a gusto, me daba ánimos con noches de cañas y planes futuros. Quien, como Aurora, me dio abrazos y besos en cada tarde. Quien me animó a seguir adelante con los cambios. Porque este 2008 ha sido un año de cambios. De pasar de estar sola a tener a muchos, a tener a alguien con quien compartir un vino Oporto y un puñado de momentos especiales. De ilusionarme con toda clase de proyectos. De sentirme perdida y descubrir nuevas aficiones.


Por eso ya no tengo miedo al cambio. Ahora sé que seré feliz si hago lo que quiero, esté donde esté. Y sé que los amigos los tendré ahí para siempre, aunque me pase seis meses sin verlos y se me salten las lágrimas viendo sus fotos. Porque serán lágrimas de felicidad.

sábado, 20 de diciembre de 2008

En estas fechas tan señaladas...


Vuelta a casa, por Navidad. Como en el más típico de los anuncios de turrón. Días para dar miles de besos, desear a todos feliz Navidad, rechazar los mazapanes y polvorones que todo el mundo te ofrece y aguantar esa horrible música de los villancicos.
La Navidad este año no es nada chula. No es la "vuelta a casa" del año pasado, ni mucho menos. Hoy es volver porque sí. Sin ganas. Porque toca. No se echa de menos a la familia ni a los amigos de siempre.
Sólo pequeñeces como el efecto de las burbujas del cava en mi cabeza harán de estas fiestas algo especial. Sólo encuentros como los de ayer: Álex, Teresa, Alba, Ángel, Laura, Sara, Rubén, Javi, Bruno... y hasta "La Vero" me alegran los días.
Sólo por esas cosas, que a veces no son tan pequeñas, Feliz Navidad.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Educados en el odio

Ayer la madre de un terrorista decía, según publicaba El País, que estaba orgullosa de su hijo. Orgullosa de haber parido y criado a un hombre que no tiene escrúpulos para asesinar. Orgullosa de que el niño al que hacía el bocata para merendar se haya merendado la vida de varias personas
¿Cómo se puede estar orgullosa de un asesino?

Pero si se lee el resto de la noticia es más grave: El 20 de marzo de 2001 ETA mató de dos tiros al concejal socialista Froilán Elespe de Lasarte-Oria, en Gupúzcoa. Su presunto asesino (el hijo de esta madre orgullosa), Aitzol Iriondo, fue detenido el pasado lunes. En el momento del asesinato el hermano de Iriondo, Zigor, se negó a condenar el atentado como concejal de Euskal Herritarrok que era.

Ahora es la madre del terrorista la que ocupa el sillón en el Ayuntamiento de Lasarte-Oria, la que pertenece a ANV, la que está orgullosa de la buena educación que dio a su hijo.

Una educación que la madre de Aitzol y Zigor Iriondo basó en el odio a los que no piensan como ella. Nadie puede sentirse orgulloso de educar a sus hijos en el odio, porque no los haces héroes; los haces asesinos.

martes, 9 de diciembre de 2008

Esas pequeñas cosas




¿Alguna vez has sentido que no paras de subir y bajar, como en una montaña rusa?

¿Has querido explicar al mundo lo que no se puede decir con palabras?

Lo que sólo el silencio sabe hacer entender

Aquello que hace que te ilusiones, que estés triste, que sonrías a cada paso como una niña con un caramelo.


Son las pequeñas cosas de cada día:

Las que te hacen feliz

Las que te preocupan

Las que te levantan dolor de cabeza

Por las que la vida merece vivirse a fondo