lunes, 29 de septiembre de 2008

Hace ya un año



Hace un año preparábamos nuestra primera visita al mar, mientras pasaban las noches de cervezas y Agua de Valencia y nuestros vecinos empezaban a quejarse de los ruidos de La Casa di Cura. Hace un año discutía con Guille a todas horas y me lamentaba de vivir con él, mientras descubría que me llevaba bien con Álex. Ahora les echo de menos y he de reconocer que la vida sin ellos es más aburrida.

Hace doce meses vivía en una nueva casa, en una nueva ciudad y en un nuevo país. Me faltaban algunos amigos, pero encontré a otros que me hicieron pasar los mejores nueve meses de mi vida. Ahora descubro que la depresión post-erasmus aparece y reaparece cuando menos te lo esperas y sin razón aparente. Una fotografía o una canción desencadenan un tornado de recuerdos que me vuelven triste... y alegre.

Porque aunque ahora esté triste porque todo ha acabado, porque aunque me parezca que estos tres meses han sido años, el mero hecho de tener estos recuerdos me hace feliz. Si me dejasen, me volvía ya mismo. De vuelta al mundo donde no había preocupaciones ni mucho que hacer, donde los problemas parecían difusos y donde no me pasaba los días esperando una carta certificada que no aparece. Donde sabía en qué universidad estudiaba... aunque no pisase por allí. Cuando no estaba sola encerrada en Toro, o, al menos, cuando no me sentía así.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Feliz por lo que me rodea


Tenía tres o cuatro años cuando salí con mi amigo Dani en la procesión de la Virgen del Canto con un traje que me dejó una vecina de mi abuela y con ¡un daño que me hicieron en el pelo para ponerme las horquillas! Cuando volvía a casa mi madre me dio una colleja por no hacerle caso y salió volando una de esas horquillas de oro, sobre la que un taxi pasó. La horquilla se quedo abollada, como mis ideas.
Esa horquilla se recuperó, como las otras once que están guardadas en su cajita de madera esperando otra ocasión para ser lucidas. Este año, como el pasado y el anterior, se quedan en casa, como yo, esperando al cinco en historia, que parece que nunca llega. Mañana mi madre estrenará mi vestido de picados, porque parece que hará calor para llevar el de Viudarrica. Y, mientras repaso el Franquismo en mi habitación, la Banda de Música tocará "Tierras Llanas" en la Plaza Mayor.
Delante del Ayuntamiento donde ayer se casaban Ana y José, bajo la atenta mirada de su hijo Mario, que pasó a sus nueve meses y con conjuntivitis la boda de sus padres, mientras los amigos y familia nos alegrábamos de que dieran el sí quiero.
Y yo me alegro porque "Sevi" era el primo de mi padre que iba para solterón y me daba pena que alguien tan majo se fuera a quedar solo. Encontró a su media naranja, que vino de Argentina buscando alguien a quien alegrar con su acento pausado, y que ayer lloraba emocionada al ver a su padre y su hermana en Toro. En este año la vida les ha cambiado por completo y para mejor: primero nació Mario y luego José encontró un trabajo mejor y más gratificante.
Anoche Ana decía que se sentía inmensamente feliz y yo, también, de que lo sean. Y que les dure para toda la vida.