lunes, 7 de julio de 2008

La familia de los Casares

No sé si será porque echo de menos a mi familia leccessa, ahora que me he quedado un poco huérfana de amigos. Pero, desde que volví, se suceden los días de estar en familia. Otras veces me hubiese molestado, porque yo siempre he sido bastante idependiente y poco familiar. Pero ahora me siento a gusto.
Y, por eso, me pongo mi vestido nuevo con las sandalias de taconazo que estrenaré el sábado y me da un subidón. Me hace mucha ilusión ver a mi tío Pedrito, el pequeño, casado. Sé que para él es sólo un día de fiesta y que está deseando que pase; lo veo agobiado, casi tanto como su novia Gema. Pero también los veo felices y eso me llena de alegría
Porque, además, desde que he vuelto estoy más sensible. Veo a mi primo Rubén y se me cae la baba. Lo cojo con miedo, y eso que sé que con la escayola que le han puesto al pobre es difícil que note algo. En un mes celebraremos su año, aunque yo sólo lo conozco de dos días. Lo vi por foto cuando estaba en la encubadora, rodeado de cables y muy delgadito, pero hasta diciembre no nos presentaron. Le gusta chupar sandía y tirarme del pelo. No le gusta su fisioterapeuta y por eso le pega cuando puede.
Y le gusta estar con mi abuelo y dormir juntos la siesta en el sofá. Se llevan bien. Bueno, mi abuelo Pedro se lleva bien con todo el mundo. Siempre que puede presume de nietos y por eso yo siempre presumo de abuelo.
El día de las carrozas del año pasado nació Rubén después de 3 meses de espera de mi tía en el hospital. Mi abuelo llegó a casa contando lo pequeño que era el niño. Estaba emocionado. Cuando nació el último nieto, Leandro, yo tenía tres años y sólo me acuerdo que miraba a mi tía y aprendía a cambiar los pañales de los bebés con mi Nenuca. Ahora, aunque tarde, espero ver más a mi nuevo primo.
Es que, ahora que soy una persona sensible que va soltando lagrimillas por los rincones, me viene el sentimiento maternal. Ahora soy una persona familiar. Lo que son las cosas...

4 comentarios:

Manuel Rodríguez Gago dijo...

No hay nada como sentarse a la mesa a comer, mirar a tu alrededor y ver a toda la familia conversando. Ver a los abuelos disfrutando de los suyos, y a las nuevas generaciones con toda la vida en la mirada. Es de las pocas cosas de las que nunca te cansas, de estar con toda tu familia, de verlos unidos pese a ciertas adversidades...
Gracias por pasarte.

Ana dijo...

Las personas cambiamos y nos sentimos en momentos mucho mas tiernos, afloran sentimientos escondidos y nos volvemos mas humanos si cabe. La familia siempre nos transmite ese olor a tierna infancia y a risas que queremos a la vez transmitir. Disfruta de tu primito y de tu familia.. Un beso!

estrella de mar dijo...

Ahora que me releo me siento ñoña... debería releerme más veces.

Ana Pedrero dijo...

¿Ñoña? Quien no disfruta del calor de los suyos no sabe lo que se pierde. Espero que el sábado vayas rompedora de la muerte y que celebréis por todo lo alto la alegría del amor.

Besazos.