sábado, 4 de abril de 2009

La Semana Santa en Toro

Eran las ocho de la mañana y se oía una corneta chirriando "turúuuuu-ruuuu-ruuu-ruuu-ruuuuu". Me levantaba de la cama de matrimonio y me calzaba. Me cogía la manta que mi abuela había colocado para no morir de frío en ese cuarto en el que no dormía nadie casi nunca. Salía al pasillo silenciosamente y, sin que nadie en la casa supiera que mi cama se estaba quedando fría, subía la persiana del balcón del segundo piso.

Pasaba la procesión de la cofradía de Jesús y Ánimas de la Campanilla, que era mi preferida. Aguantando el frío de esas horas, me kedaba pegada al balcón mirando cómo pasaban los pasos por la Plaza de Santa Marina y, hasta que no veía pasar a la Banda, no me volvía a la cama. Luego mi abuelo me venía a despertar, ignorando que yo llevaba más de dos horas de "zascandil" y me llevaba a comprar churros y a buscar a mi abuela. Bueno, esto último sólo pasó un año, pero como además era mi cumpleaños lo recuerdo con más cariño.

Y, desde luego, lo peor no era el frío, sino el miedo que me daba el "Ecce Homo", que en realidad no lo es. Esa figura de un hombre "greñudo" atado a la columna y lleno de magulladuras me daba muchísimo miedo. Además, me habían contado que llevaba pelo natural. De monja, decían. Quizás por eso se salvó del incendio en 1957. Ahora, como entonces, lo custodian las Clarisas y, aunque ya estoy credidita, esa imagen barroca me sigue dando "yuyu".

1 comentario:

hatoros dijo...

INTERESANTE Y VERDADERO.GRACIAS A TI ESCRIBIRE ALGO Y CONTARÉ QUE VIENE DE TI, SI ME ACUERDO.
DE TODAS MANERAS UN ABRAZO DE GRACIASAMIGA