sábado, 20 de agosto de 2011

Volver sin regresar del todo

Hoy podría ser un día especial porque he aterrizado en Cusco entera y es una ciudad preciosa. O podría ser un día feliz. O un día triste. Pero no. Hoy es un día tremendamente triste. Con esa tristeza que se te queda en la mitad de la garganta y que te oprime el pecho, que no te deja respirar. Que te hace querer llorar y gritar y patalear. Y decir mamáaaaa.

Es una tristeza autoprovocada, pero de la que prometo no arrepentirme nunca. Todo el mundo decía que estos dos meses me cambiarían; yo aún no he descubierto en qué. Supongo que valoro más algunas cosas que antes. El dinero, la familia... todo lo que tengo y que nunca me he puesto a pensar en por qué lo tengo.

Pero como hay demasiada gente que sufre, yo quiero acabar un post feliz. Con una sonrisa amarga, en la que una lágrima se desliza por la comisura de los labios y te armas de valor para decir a quien tienes abrazado que no llores cuando tú lloras mares. No quiero quedarme sin palabras y que el llanto lo ocupe todo. Hoy no. Hoy toca recordar con amor y dar gracias a todas las personas con las que me he cruzado en mi estancia en Jaén. Porque son quienes realmente dan sentido a mi viaje.

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