Quedan pocos minutos para que inicie un viaje de poco más de 48 horas, un viaje que haré sola, o no, pero que espero esté lleno de momentos inolvidables. El destino del próximo año sigue sin decidirse, a falta de la decisión oficial de un dragón verde come-personas.
Un viaje entre mariposas y mariposones y alguna que otra rana a la que, más bien mañana que hoy, espero dar un besito y que se haga mi príncipe. El príncipe de ayer pensaba que era una rana y resultó ser sapo; un sapo simpático de esos azules que brillan en la oscuridad, pero que luego, a la luz del día, dejan mucho que desear.
Un viaje en el que espero encontrar lo que busco, o por lo menos saber qué es. Así, sabiendo lo que busco y quiero, me resultará más fácil llegar a algo. El ruido de mi estómago (grr grr) me indica que ya son las 2. Es hora de apagar el portátil y ponerse a comer. He de preparar mi estómago para el fin de semana, que será duro.
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