miércoles, 5 de septiembre de 2007

Cuando yo era pequeña y no me llamaban Martita

Una tiza blanca era antes un gran regalo. Servía para pintar en el suelo, en las paredes, o machacarla con un canto bien gordote para hacer un polvo blanco que nosotros, desde nuestra mente infantil, interpretábamos como azúcar blanquilla y utilizábamos para espolvorear alguno de nuestros apetitosos almuerzos.

Estaban las jugosas hamburguesas de tierra, hechas a base de arena de la zona del tobogán grande y restos del agua de la fuente que siempre estuvo estropeada. También los platanitos verdes que crecían en la zona de las escaleras, junto a la verja por la que se vislumbra la Fundación. Y también estaban los panecillos de esas flores moradas junto a la portería metálica y lo que nosotros decíamos que eran zanahorias, cuando eran una especie de ortigas. Los platanitos eran de un tamaño minúsculo en comparación con las hamburguesas, pero por aquel entonces no entendíamos muy bien qué era eso de la proporción.

Ahora en el patio de mi colegio ya no hay tobogán grande del que caerte y hacerte una buena brecha o romperte un cristal de las gafas, ni un tobogán pequeño pero matón, en el que podías perder la respiración momentáneamente. Los niños de ahora no llegarán a casa con las piernas amoratadas por jugar a los toros "pataditas" a escondidas de los profesores o tendrán una reacción alérgica generalizada por arrancar masivamente esas curiosas zanahorias y se calmarán de los picores con los estuches de lata del todo a 100 que ahora es un chino.

La semana pasada le decía a mi primo Diego que tienen muy bonito mi colegio con dibujos en las paredes y él, con sus 7 años recién cumplidos, me decía que era su cole, no el mío. Lo cierto es que el Magdalena de Ulloa siempre será mi colegio, ése en el que nos metíamos con las niñas pijas del Amor de Dios y los macarras del Canto. El mismo al que fue mi hermano y yo me empeñé en ir cuando sólo tenía tres años. En el que hice amigas que aún conservo y otras que, sin más, formaron parte de mi infancia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Los niños de hoy en día no conocen la emoción. O el riesgo. No me gusta tanta hiperprotección...
Qué bonito tener esos buenos recuerdos del colegio... creo que yo no guardo muchos.
Un beso que te quepa en la maleta ;)

Unknown dijo...

Aissss... Pues sí, algunas como tú y yo, seguimos juntas desde 3º de primaria y otras muchas quedaron atrás, pero sobretodo, cuántos buenos momentos de la infancia, aquella época de felicidad, ingenuidad e inocencia, aunque también en nuestras vidas hubo momentos muy duros (los niños son muy crueles, que nos lo cuenten a tí y a mí...).
Un besazo mormoso por despertarme la nostalgia!!

Jorge Vistel dijo...

Oye, que pasa con las pijas del amor de dios, eh?? un poquito de respeto.

Por fin he podido firmar!! hasta ahora era una de esas "he leido tu blog pero no he firmado" pero de verdad que lo he intentado, pero no me dejaba nunca.

Aqui me tienes deseandote lo mejor para este nuevo curso/proyecto de vida.

Mil besos