jueves, 17 de enero de 2008

La rana verde que produce indiferencia a quien se la regalan


Hace un año tenía un regalo en mi casa que llevaba su nombre. Su nombre junto al mío y un corazón pintado en la etiqueta. De mí para él. Lo compré un día, pensando en verle y dárselo en mano, pero ese día me dió largas. Iba a ser una especie de regalo de Navidad y, de paso, de cumpleaños, aunque al final cayó en sus manos casi en marzo.

Era un regalo barato, pero con un envoltorio cuidado, que con el paso del tiempo fue arrugándose, abandonado como estaba en el suelo de mi cuarto. Solía llevarlo y traerlo en mi mochila cada vez que iba a Zamora, sin encontrar el momento adecuado para dárselo a su dueño.

Había puesta toda mi ilusión en una rana verde y simpática, cuando ya no había nada por lo que mereciera la pena poner ilusión. Dicen que este animalillo da suerte, aunque las ranas de peluche debe ser que no funcionan igual que los amuletos de cerámica o piedra.

Así que el regalo que yo había comprado con todo el amor que entonces guardaba en mi corazón lastimado se quedó un tiempo sin dueño. Cuando por fin se lo di, él sólo echó un vistazo al envoltorio ya arrugado, lo metió en el coche y me dio un libro que yo le había encargado. Fui a pagárselo y me aclaró que también era un regalo. Y me lo quise comer a besos, pero me di cuenta de que no había abierto su regalo. Y el mío era pura formalidad, cuando yo no se lo había pedido ni lo esperaba.

El bicho verde ahora dice que vive en su habitación, con la casa de sus padres, con los que vive por continuidad, como todo lo que hace. Sólo que yo necesité más tiempo de lo recomendable para darme cuenta de que la rana verde era una despedida. Adiós y que te vaya bien. O que te vaya mal. O que no te vaya, me da igual. Ya no hay amor, ni odio, ni celos, ni rencores absurdos. Y tampoco hay amistad, que se quedó en el camino del último verano. Por eso este año se ha quedado sin felicitación y sin regalo.

4 comentarios:

estrella de mar dijo...

la imagen... del primo de Alba. Que siempre tiene imágenes y palabras bonitas que tomar prestadas.

Un abrazo!

Ana Pedrero dijo...

Tengo en casa un cedé, un ibro y un precioso pin de plata que un día tuve que desenvolver yo, harta de ver esos paquetes por ahí rondando sin dueño. Borré la dedicatoria que un día escribí en el libro; me harté de escuchar el cedé hasta que incluso se pasó de moda y guardo el pin en un cajón, aunque de vez en cuando me lo pongo.
Ya no tienen el nombre de nadie; son míos hace mucho, mucho tiempo. :)

Mil besos, Martita. Cada día escribes mejor.

Patricia Gardeu dijo...

Una que nunca se enamora demasiado, un día también compró un regalo de enamorada... y al llegar a casa le dijeron que se acabó el amor.. Y el regalo de enamorada se quedó sin destino... hasta que un día dije "pues me lo quedo yo" y no volví a pensar en su destino (o casi, que al fin y al cabo, todos somos un poco tontos)...

Unknown dijo...

Yo no me quedé con regalos envueltos, pero me quedé con un montón de cosas suyas en mi resi y en mi casa.
Antes me recordaban a él, ahora ya ni siquiera.
Por suerte, el tiempo lo cura todo.